TEXTO TOMADO DE PUBLICACIÓN EL PAIS 2021/03/28
La humanidad lleva más de un año combatiendo a un enemigo invisible. Al coronavirus no lo vemos, lógicamente, y en muchos casos tampoco sabemos si nos rodea un contagiado sin síntomas. Pero no es la primera vez que se combate una amenaza que no vemos con medidas indirectas: el pajarito que los mineros bajaban con ellos a las galerías, para detectar la fuga de un gas, es la mejor metáfora. En esta pandemia, se ha demostrado que los interiores mal ventilados son los entornos de mayor peligro, porque las partículas con virus pueden quedarse en suspensión hasta que alguien las respire. Y aunque no contamos con un aparato que advierta de la presencia de virus en el aire, podemos contar con un indicador de la calidad de ese aire: el CO₂. A mayor concentración de ese gas, que expulsamos al respirar, peor es la ventilación de la estancia. Una simple medición nos permite saber si esa habitación está cargada de aire exhalado por otras personas o si está bien ventilada, lo que reduce drásticamente el riesgo.